viernes, 28 de noviembre de 2008

Otro viernes por la mañana

Me he despertado pronto porque tenía calor y sed y además llamaban al timbre. Suena a mal despertar, pero no lo era en absoluto. Además los viernes me gusta madrugar porque es el único momento de la semana en que se oye calma y tranquilidad, es decir, no se oye nada. No hay obras, así que no hay grúas ni apisonadoras. No hay tráfico, así que no hay coches, ni camiones, ni cláxones. He abierto las pesadas cortinas que impiden que la luz del día entre en mi habiatción y mi primera sorpresa del día ha sido ver en el edificio de enfrente muchas ventanas abiertas. Sé que esto no sorprenderá a muchos fuera del Golfo, pero aquí es distinto.




La mayoría de las ventanas, como las de mi apartamento, no se abren. Están selladas con silicona o simplemente no tienen tirador. Las razones no me las ha explicado nadie, pero yo creo que se debe al calor y al polvo. Como estamos en el desierto, aunque a veces nos parezca mentira, hace calor casi todo el año y abrir las ventanas significa perder el fresquito de dentro de casa. El polvo no se nota ni se siente, pero está siempre ahí. Por ejemplo, si tiendes la ropa en la terraza, pronto aprendes que es una mala idea, a no ser que quieras volver a poner la lavadora...


Pero los vecinos al parecer si pueden abrir sus ventanas. Y si lo han hecho significa sin duda que fuera hace bueno. Esta semana las temperaturas han bajado y estamos ahora a unos 27 grados durante el día. Es muy agradable y casi parece primavera, aunque el cielo no es tan azul como el de Madrid y anochece pronto.


Así que el buen día acompaña a mi buen humor, y me apetece comer huevos con bacon, porque por fín he comprado cerdo –haram, ¡pecado!- y me encanta desayunar los fines de semana, cuando hay tiempo para preparar el desayuno sin prisas, disfrutar del olor del café preparado en mi clásica cafetera italiana que me acompaña en todos mis viajes de más de una semana: al Norte, al Sur, Francia, California, Pensilvania, Puerto Rico, Virginia, Filipinas, Indonesia, Egipto, Zambia, Dubai, Abu Dhabi, y alguno más que se me estará olvidando.


Me gusta preparar el café nada más levantarme, y oir como va saliendo del pitorrito y poco a poco dejar que su olor invada mi cuerpo y mi mente. Mientras voy sacando el resto de cosas de la nevera o de las estanterías, hoy pan de ese tipo de pueblo cortado en gruesas rodajas, un tomate, un diente de ajo, aceite de oliva y sal por un lado; por el otro bacon, dos huevos, una tostada de pan de cereales.


El café ya está listo, lo sirvo en una taza grande y le añado azúcar, para luego dejarlo de lado mientras se enfría un poco. Hoy sin hielo. Mientras el bacon se tuesta en el grill, rallo el tomate, le añado un chorrito de aceite y sal, lo mezclo bien y también lo dejo a un lado. Tuesto un pan y el otro lo pongo en la plancha. Me toca hacer los huevos, y la verdad es que soy malísima friéndolos. Se me rompen siempre y acabo haciendo huevos revueltos, pero lo que de verdad me gusta es mojar pan en la yema, así que quiero hacerlos fritos. He intentado el truco de romper el huevo en un vaso y luego verterlo en la sartén, pero tampoco me funciona. Aunque el día me sonríe así que ....


Primer huevo, ¡perfecto! No me ha quedado bonito, pero no se ha roto la yema (la clara un poquito, lo admito) y está en su punto ... mmmh. Vamos con el segundo. Lo casco en el vaso y ... no cae. Lo juro, esto es lo más raro y divertido que me ha pasado esta semana. Resulta que es un huevo duro, o hervido, y al cascarlo se ha roto sin problema por la mitad, de forma que la clara se ha dividido entre las dos mitades de cáscara y la yema se ha quedado entera, perfecta, preciosa, tan naranja en contraste con el blanco puro de la yema, en una de las mitades. Aquí están las fotos...


























Total que sólo me como un huevo, porque si uno me ha quedado perfecto y el otro me ha dejado perpleja... seguro que es una señal. El café está delicioso, el bacon con el huevo saladito es una delicia, y el pan con tomate rallado es un manjar en estas tierras lejanas. Me quedan sólo un par de horas para que la ciudad vuelva a ser la de siemrpe, con ruido, obras, atascos, gente.... pero siempre tendré mi música para cobijarme y escapar de la locura de la metrópoli. Y aunque hoy me ha costado decidir qué me apetece escuchar, Saint Germain des Prés una vez más no me deja indiferente, todo lo contrario. Me alegra el alma.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy nos has invitado a desayunar contigo, cuando vengas por casa invítanos a un brunch...

(o puede que hoy sea Duro, Huevo Duro...)