miércoles, 7 de octubre de 2009

Después de la tormenta siempre llega la calma


Después de la tormenta siempre llega la calma.

Lo hemos oído en incontables ocasiones, y siempre parece ser cierto.

Muchos me han pedido que escriba algo sobre el tifón que arrasó medio Manila y trajo inundaciones al 80% de la ciudad hace unos días. Más de uno pide una crónica en primera persona, sobre lo que he visto y cómo lo he vivido.

Pero creo que no tengo palabras para explicar lo que se siente. O lo que siento yo, una persona terriblemente empática. Así, a lo tonto, ahora mismo mientras tecleo, se me llenan los ojos de lágrimas. Algo similar me pasó en Nueva Orleans visitando las zonas destrozadas por Katrina unos 4 meses antes. Aquí sólo han pasado 12 días. Doce días. Hay zonas donde el agua sigue cubriendo casas, ayer mismo lo vi. 



Así que no pienso escribir un texto devastador, que os saque las lagrimillas, porque esto es serio y vivirlo en primera persona es jodido. No voy a contar dramas ni historias estremecedoras porque me niego a ser parte de ese morbo. Sí dejo aquí fotos del desastre, muchas las habréis visto ya.

Los ánimos de la gente están cambiando. Pánico, desolación, agonía, impotencia, tristeza, sufrimiento. Pero con la calma que viene después de la tormenta se empieza a calentar el ambiente y más de uno busca ahora culpables. Yo anticipo otra tormenta, esta vez política. Pero sus efectos no van a ser comparables con los de Ketsana -aquí Ondoy-.






Esa clase media filipina casi inexistente no olvida, muchos de ellos han perdido casas, negocios, coches, incluso familiares. Los demás son demasiado ricos o demasiado pobres para buscar culpas. Pero esa clase media se ha encontrado literalmente con el agua al cuello, algo que no habían sufrido antes. Las inundaciones suelen afectar a los más pobres, y los demás ven agua pero no mueren ahogados, no sé si me explico.



Por eso esta vez más que nunca, ahora que todo empieza a volver a la normalidad, no quieren que se olvide lo que ha pasado. Ya no sólo por tener a quien culpar, sino por algo mucho más noble: evitar que se repita. Está claro que un tifón es incontrolable y muchos pensarán que el nadie es culpable... No tan rápido, por favor. 



Un buen ejemplo es que la agencia meteorológica de Filipinas daba al tifón una fuerza de 1 (en una escala de 1 a 4, siendo 4 lo más devastador). Sí, habéis leído bien, 1. Para que  nos entendamos, Filipinas sufre una veintena de tifones cada año durante los meses de lluvias, así que están muy acostumbrados y saben qué hacer y qué no hacer para prevenir sus efectos. Un tifón categoría 1 con vientos de 80km/h en Filipinas es como una tormenta en España, no se le da ninguna importancia y como mucho se recoge lo que hay fuera para que no se moje. Es decir, muy pocos estaban preparados para el tifón más fuerte que ha afectado a Manila en cinco décadas.





Si hubiesen sabido la que se les venía encima, muchos hubiesen podido hacer algo al respecto. Al menos hubiesen podido salvar sus vidas, y tal vez parte de sus casas y negocios. Pero es que en 8 horas cayó más agua que en todo el mes de septiembre, ¡uno de los más lluviosos del año! El agua literalmente llegaba al cuello de mis vecinos a 10 manzanas de mi casa.



Y esa es otra. Al parecer hay un rádar que detecta la cantidad de lluvia/agua que traen los tifones, pero el Gobierno de Filipinas no lo tiene porque es muy caro... ¿En serio? ¿En un país que sufre más de 20 tifones al año, cada año? Se estima que los daños producidos por Ketsana son de unos 2,000 millones de dólares. ¿Cuánto costará el rádar? ¿Más que la vida de 300 personas? (dato oficial, el no oficial supera los mil muertos...). la mayoría de los filipinos no saben nadar. Aprenden quienes viven cerca del mar, no es el caso en Manila, y los ricos.





Por otro lado hay zonas que durante los años de Marcos en el poder no se podían desarrollar para viviendas, por su facilidad para inundarse y su proximidad a los distintos ríos que recorren Manila. Una de esas zonas es Marikina, donde hoy viven al menos dos millones de personas (Lawrence se ríe y hace un chiste fácil, me dice que ahora serán bastantes menos. Así son los filipinos, al mal tiempo buena cara. Él tuvo que caminar 8 horas por la autovía inundada para llegar a su casa y encontrarse sin tejado, y la casa llena de agua y barro). Marcos sería un dictador terrible, pero al menos tenía cabeza. Tan pronto como le echaron del poder no perdieron tiempo en vender esas zonas inmensas a constructoras sin escrúpulos. Hoy, mientras escribo, ellos también siguen teniendo el agua al cuello, o al ombligo en los mejores casos.



Además de todo lo anterior, Manila es una ciudad sucia. Muy sucia. En Makati no se nota porque limpian todo el rato, pero sólo hay que salir de esta burbuja para ver basura en cada esquina. Los ríos... si se pueden llamar así, son verdes o marrones y absolutamente siempre están cubiertos de basura, y dios sabe qué más. Y todo esto hace que cuando llueve el sistema de alcantarillado no funcione como debe, y se atasque. 



¿Pero a quién culpamos, señores? ¿A los servicios de limpieza por no dar a basto en una ciudad de más de 12 millones? ¿A los pobres que viven en chabolas y no tienen ni para comer? ¿Al gobierno por no educarles mejor y no explicarles por qué esa basura puede matarles? 





 Ahí queda eso. Yo no quiero buscar culpables ni responsables, los encontraría demasiado rápido, y esta no es mi guerra. Aquí debo respetar, guardar las distancias y conformarme con ser una mera espectadora... 

Sí debo decir que el sentimiento de unidad y de solidaridad que inspiran los filipinos estos días es alucinante. Todo el mundo se ha volcado con las víctimas. 



Si el gobierno no lo hace, ellos no se van a quedar cruzados de brazos. Desde los de seguridad a los directores de las empresas han organizado jornadas para ir a ayudar a reconstruir casas, limpiar calles y carreteras, repartir alimentos, ropa, mantas, colchones etc ¡en horas de oficina! Empresas de todos los tamaños han dado días libres pagados a sus empleados afectados, que a nosotros nos parece lo normal, pero aquí no es nada común, si no curras no cobras, esa es la ley. 





Tengo una buena anécdota para terminar el post e intentar explicar la importancia de las palabras comunidad y familia en este país. 21.000 presos filipinos se pusieron de acuerdo y no desayunaron dos días después del tifón y consiguieron que las prisiones donasen su desayuno: 21,000 latas de sardinas!
 

Hoy estaría orgullosa de ser filipina.

   




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