martes, 18 de noviembre de 2008

Helado de vainilla

Me estoy comiendo un bol de helado de vainilla. Definitivamente no me gusta, nunca me ha gustado. Hoy me ha dado por intentarlo de nuevo, más que nada porque cada vez que abro el congelador veo la caja de Haagen Dazs. Y cada vez que veo la dichosa caja, recuerdo que si está ahí es porque tú no estás. La compré para ti, para las 23 horas que pasamos juntos hace 10 días, pero claro, en 23 horas no pudiste acabar con ella. Y ahora parece que me persigue por la casa, recordándome una y otra vez tu ausencia. Y no, no me gusta, pero pienso comerme lo que me he servido, y mañana repetiré, y al otro también, hasta que acabe con todo el helado, que no es más que una triste sombra que me persigue y me recuerda cuan sola me siento a veces.




Luego estás tú, tu nuevo tú, que también me persigue, no como una triste sombra si no más bien como un alegre gato. Me recuerdas a Gala, Klimt, Lolo, Liu.... o más bien a la idea que tengo de ellos porque yo nunca he tenido uno. Así que te comparo con los que conozco y con como les imagino actuando en torno a sus dueños, aunque la realidad pueda ser muy distinta.


Recibo tus mensajes en el móvil y me parece como que restriegas tu cuerpo contra mis piernas, te deslizas entre ellas, las acaricias mientras te acaricias, juegas, es algo sensual pero no sexual, sólo quieres llamar mi atención y a la vez satisfacer tu necesidad secreta de cariño. Tus emails, en los que no dices mucho pero yo lo entiendo todo, aparecen en mi pantalla como si se tratase de un gato un tanto celoso de mi ordenador. Me parece como que saltas sobre mi teclado para ahí acostarte y acomodarte mientras me miras con esos ojos que inevitablemente me recuerdan a Filipinas.


Esos tus ojos son tan azules que tus pupilas se asemejan a islas perdidas en mitad del océano. Aunque se me ocurre a menudo que en realidad se esconden para poder observar y aprender sin ser vistas, sin llamar la atención. Sin embargo ese mar de paz y tranquilidad que te rodea no te ayuda a desaparecer, más bien al contrario.


Y son precisamente esos tus ojos en los que yo encuentro la calma que tanta falta me hace a veces, y son también ese faro que me guía cuando estoy perdida, y son esa isla en la que me gusta desaparecer.


Pero hoy no los tengo, ni te tengo, sólo tengo este triste bol de helado de vainilla que me sabe demasiado dulce, para una noche tan amarga.



1 comentario:

Nayra dijo...

Siempre me ha gustado para ti, porque es tu contrapunto y porque te da la calma, pero eso ya lo sabes. Yo sí conozco a los gatos y, aunque a él no le conozco tan bien, sí que me recuerda a uno de ellos, porque -aunque la gente diga que no- son fieles.