lunes, 15 de marzo de 2010

Oda al cursor

Folio en blanco.

Cursor parpadeando, insaciable, incorruptible, invariable.

Es como un amigo que te espera porque una vez más llegas tarde, y mueve el pie con algo de irritación, mientras ve pasar el tiempo y te espera.

El cursor es igual. Parece que pierde la paciencia, pero no la compostura; siempre recto, erguido, orgulloso, como diciendo aquí estoy yo, esperándote.

Espera que escribas una frase cojonuda, una que merezca la pena. Esa frase que no borrarás después de releerla. Esa que llegará a ser publicada, que será leída por alguien más.

Y te presiona, con su constante parpadeo, una vez más como el pie impaciente dando contra el suelo. ¿Llega la frase o no llega?

Y es que el cursor no tiene la opción de largarse, tiene que esperarte, darte tiempo si es necesario. Es su invariable misión, estar ahí. Para ti. ¿O es pese a ti?

Cuanto más lo miras más te ofusca.

Parpadea.

Ahora está ahí, ahora no, como esa idea que tenías antes de ponerte a mirarlo.

Y él sigue ahí, ansioso, voraz, incansable.

Está hoy y estará mañana, esperándote. Provocador, desafiante.

Pero es también quien te acompaña en noches de soledad. Siempre a la espera, en guardia. 

Siempre fiel. 


2 comentarios:

El Guillotinador dijo...

Y vaya trabajo que ha hecho tu cursor... Me ha encantado.
Besos Elfa.

Frito, Huevo Frito dijo...

Es verdad que el cursor es como un amigo, que te espera, incluso si el día anterior le has mandado a la mierda.
Pero nunca habéis usado un ordenador en el que el cursor te mete prisa, parpadeando a toda velocidad? o incluso a veces desaparece sin más, no lo encuentras, buscas y buscas y no está.
Así que al final siempre volvemos a NUESTRO cursor, cada uno al suyo, al que nos entiende y espera pacientemente!