
Así que la semana pasada, después de nueve meses en el país y a tres semanas de largarnos, decidimos que este era un viaje obligado que no podíamos posponer más. El valiente era Mr. A como es habitual, ya que conducía él.
Además no hay arcén porque está ocupado por los anteriores cuando no por puestecillos que ellos llaman tiendas, los sari-sari en los que venden de todo y de nada, también mini restaurantes, peluquerías (como la de la foto).
Si consigues superar los primeros 200km te encuentras con paisajes asombrosos y muy diversos. En un principio son enormes explanadas llanas y amarillentas como las de Castilla, en las que se cultiva un poco de todo. Otras zonas son mucho más verdes y más llamativas.
Era época de cosecha en muchas aldeas y parecía como si todo el mundo participase en ello de alguna manera. Unos en el campo, otros secando cereales y semillas, los más fuertes cargando sacos en camiones.
Después llegan las montañas, como salidas de la nada. Se van haciendo cada vez más grandes, hasta que todo lo rodean. El paisaje es de un verde intenso. Abrimos las ventanillas y respiramos el aire fresco, limpio, puro. Llenamos nuestros pulomones y ya sólo por estos segundos de libertad el viaje ha merecido la pena.
Pero aún nos quedan muchos kilómetros que recorrer. La carretera es cada vez más difícil, serpentea sin fin, el asfalto está descuidado. Afortunadamente cada vez hay menos vehículos acompañándonos, hasta que terminan por desaparecer todos. A 20km de Banaue nos sorprende una tormenta que no esperábamos y nos ha costado más de una hora recorrerlos, conduciendo casi a ciegas porque la lluvia se ha convertido en una cortina que todo lo nubla, hay barro y tierra en el asfalto, ni un alma a la vista y mucho menos un lugar en el que esperar a que amaine. Hay que seguir adelante.
Según llegamos a Banaue la lluvia para. Son las cinco y media de la tarde y quedan unos minutos hasta que se ponga el sol, detrás de nubarrones grisáceos. Lo hemos conseguido, hemos llegado y aún nos esperan, grandiosas, las terrazas de arroz de Banaue. Mañana las descubriremos de verdad.
Nos levantamos muy pronto y desayunamos al lado de un ventanal que nos descubre un paisaje sobrecogedor. El sol aún amanece, como nosotros, y hay una niebla fina que se mezcla con las nubes bajas. Se me pone la piel de gallina. La imagen es única, y sé que sólo es el principio.
Contratamos un triciclo para ir a los arrozales de Banaue y a los de Batao y Hapao (hay dos más pero de difícil acceso y no tenemos tiempo para hacer senderismo) ya que no se puede llegar en coche. Son unos 20km de ida y otros tantos de vuelta y aunque en el hotel nos han dicho que se hace en 45 minutos, el conductor se ríe y explica que tardaremos por lo menos 3 horas en ir y volver, las lluvias de ayer han dejado problemas en el camino.
El recorrido es difícil, más para él que conduce, pero el paisaje no tiene desperdicio. Cuanto más nos adentramos en la montaña más nos sorprende ver que sigue habiendo gente, aldeas, casas sueltas aquí y allá, animales.
Las terrazas de arroz, o los arrozales en terraza, de Banaue están considerados en Filipinas como las 8ª maravilla del mundo. Y no les falta razón. La Unesco las declaró hace ya años patrimonio de la humanidad.
Se calcula que se construyeron entre el año 3.000aC y el 2.000aC, aunque algunos se atreven a asegurar que las primeras se construyeron allá por el 6.000aC. Sea como fuere, se construyeron a mano, con complicados sistemas de riego que recogían el agua de las lluvias de los frondosos bosques, y la repartían por los arrozales con un sofisticado uso de cañas de bambú.
Hoy siguen en uso tanto las terrazas como el método de riego! No sólo se cultiva arroz, también vegetales.
Pero es difícil entender la grandiosidad de este lugar sin poder verlo. Tal vez ayude saber que las terrazas tienen una superficie de más de 10,000km2, sin olvidar que están construidas en las laderas de las montañas.
Para terminar, la gente de esta zona tiene rasgos especiales, distintos del resto de Luzón, más parecidos a la tribu Miao, originaria de China, y de donde se cree llegaron sus ancestros muchos siglos antes de Cristo.
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