Para Nayra:
Un hombre o una mujer sin manos no se puede lavar la cara, ni atarse los zapatos, ni desabrocharse el uno al otro la camisa. No pueden mesarse los cabellos, ni taparse los oídos, ni abrir un libro, ni tomar una pluma. No pueden leer ni dibujar el rostro que acarician, ni quitar las legañas a un bebé. No puede, al salir de una pesadilla, frotarse los ojos con alivio, ni colocar la palma o el envés sobre la frente de su hijo para medirle la temperatura. Ni comprobar el grado de dureza de una fruta, partir el pan, recorrer con la punta del índice los versos de un poema. Ni señalar podrían un pájaro en un árbol, una libélula sobre el estanque, un dolor en un punto concreto del pecho o la garganta. No podrían sin manos una mujer o un hombre sacar un conejo de la chistera ni unas monedas del bolsillo ni pintarse las uñas, ni clausurar los párpados de los padres fallecidos con los ojos abiertos. Unos adolescentes sin manos no pueden masturbarse ni cogerse de la cintura, ni retirarse el pelo de la frente, ni quitarse los granos de la cara. No pueden sostenerse la cabeza al llorar, ni encender los primeros cigarrillos, ni alcanzar aquellas zonas del otro en las que el único órgano de visión competente son las yemas de los dedos. Un bebé sin manos no tiene dónde almacenar la memoria de la ropa interior de su madre ni la textura de sus pezones. Aún así, hay lugares en los que las manos no valen nada. Las cortan como quien poda, arrojándolas al medio de la calle, donde los soldados las pisotean con la neutralidad asombrosa con que nosotros pisamos las hojas del otoño. No cabe imaginar mayor crueldad ni lobotomía tan eficiente como la de arrancar del cuerpo las manos espantadas. Quizá no nos la merezcamos, al menos mientras nos quepan en la cabeza la posibilidad de que otros vivan sin ellas.
4 comentarios:
Estos días estoy descubriendo la mano izquierda de mi padre. Con ella me dice que le molesta la luz, que le apague la tele o que le levante la cama. Con ella me saluda cuando llego y me despide al irme, y con ella se aferra a la mía cuando se siente derrotado y toca la desesperanza. A través de ella le mimo, le consuelo, le acarició, le masajeo, a través de ella le digo que le quiero con locura.
Cuantas veces habré ido agarrado de esa mano, mientras me llevaba a ver el rastro, el Madrid de los Austrias, la Iglesia de San Ginés, o cuando me llevaba a tomar gambas al abuelo..., y sólo hoy, más de 30 años después he decubierto lo que significa para mi, para nosotros, esa mano...
Como bien dices, no imagino mayor cruedal que la de no tener esa mano izquierda entre las mías para adorar al hombre que me dió la vida.
Gracias por este post.
Querido Carlos,
dale las gracias al gran Millas, ya me gustaria que el post fuese mio =) Pero me alegra que despierte en ti emociones. Se que estas pasando momentos duros, pero tambien se que sabes ver mas alla de los problemas y como bien dices esta crisis te ha hecho ver, despues de 30 anios, lo importante que es esa mano, y lo que ella representa. Te mando mucha fuerza. Un besazo
No lo he visto hasta hoy. Gracias, cada vez que lo leo me emociono, y recuerdo los años de universidad.
Muchos besos y mil gracias.
Gracias por nada. Habla chucho que no te escucho.Como dice mi sobrinito Javier (al que quiero más a que a nada en este mundo), me importa un pepino.
Para mi otro sobrinito, más mayor, un besito también. Sois mi vida.
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