miércoles, 13 de abril de 2011

Barajas: laboratorio sociológico y antropológico

¿Os habéis fijado alguna vez en lo interesante que es la gente en los aeropuertos? Siempre pensé que el Metro era de lo mejorcito. París, Londres y NY se llevan la palma, aunque el de Madrid también puede parecer un circo. Pero hoy he estado en el aeropuerto de Barajas en la sala de Llegadas de la T1 durante un hora y ha sido cuando me he dado cuenta de lo que se cuece en esas salas llenas de reencuentros.

Cuando estás en un aeropuerto si el que vuelas eres tú todo es bastante estresante. Corre y llega al check-in a tiempo, reza por que tu maleta no tenga sobrepeso, ahora corre a pasar el control de seguridad y ya que estás desnúdate para hacer el trámite más corto, si te sobran 10 minutos antes de embarcar paga 8 euros por un café, pelea con otros pasajeros para embarcar primero y después por el hueco sobre los asientos para poner tu bolsa de mano, pelea con el pasajero de al lado por el reposa-brazo, y con el de detrás para que deje de darte rodillazos. Uy, que me lío y me voy a lo odioso de viajar....




Pero como hoy estoy de buen humor me he fijado en lo bueno, en el laboratorio sociológico y antropológico que parece el aeropuerto. Juro que todo lo que viene a continuación es verídico y visto hoy en Barajas:

Un grupo de unos 50 chinos (llegan de Pekín) hablan a voces. Unos sentados en bancos, otros en el suelo, algunos se dan paseítos mientras siguen hablando a gritos. Muchos comen, con la boca abierta. Alguno se hurga la nariz como si dentro tuviese oro. No sé que hacen aquí ni por qué no se largan a hacerle fotos a la Cibeles o al Oso y el Madroño...

Los primeros en salir son los que han volado en primera. ¿Os habéis dado cuenta de que esta gente sale siempre fresca como una rosa? Si parece que hasta se han cambiado de ropa. Y lo que más me sorprende es que no suelen llevar mucho equipaje, ¡ellos que pueden llevar exceso de peso y de maletas sin pagar!

Esperando a mi lado hay un padre, dos hijas y un hijo adolescentes, tal vez el mayor tenga 20, vienen a recoger a su prima de EEUU. Los hijos preguntan “¿papá, tú la reconoces?” y se parten de risa cuando dice que no. Por fin aparece la prima y se abrazan los 4 bajo la atenta mirada del padre, creo que he visto alguna lagrimilla, pero sobre todo enormes sonrisas. Un reencuentro muy bonito, sí señor.

Una tía guapísima con otra rarísima que tiene el pelo casi blanco de tanto tinte. Se dan unos cuantos besos apasionados que calientan a más de uno.

Un señor sudamericano se acerca a un chaqueta roja que acompaña, lógicamente, a un menor. Otro largo abrazo mientras el chaqueta roja intenta separarles para que le firmen unos papeles, supongo que para confirmar la “entrega”, sin tener en cuenta el sentimental momento.

Dos chicas de apariencia filipina, las dos diminutas, como niñas de 9 años, pero con cara de haber vivido ya muchos años y aún más desgracias, visten sus mejores galas, tan es así que su aspecto les da un toque cómico, casi esperpéntico.

Piloto y azafatas de US Airways tienen pinta 100% americana. El Capitán lleva puesta la gorra, las típicas Rayban de aviador y chupa de cuero, y los chicos que esperan a su prima de EEUU se ríen y comentan “mira qué pintas el capitán”.

Las azafatas de Thai Airways parecen mises de un concurso de belleza, o divas de esas que te miran como perdonándote la vida. Después de ver a las de US Airways, la verdad es que entiendo que tengan el ego así de grande.

Otra familia de latinoamericanos con dos niños pequeños espera al abuelo, y cuando este sale los niños lloran “abuelo, abuelooo” y se abalanzan sobre él haciéndole un placaje que casi le tumba. Lloran los tres tanto que incluso aparece un voluntario para seguir empujando su carrito de maletas.

Y hablando de maletas, veo al menos a dos parejas en las que la mujer empuja el carro lleno a rebosar de maletas, y el marido camina tranquilamente a su lado, las manos en los bolsillos.

También aparece la estupenda cincuentona de turno, empujando su carro lleno de maletas Louis Vitton (no me extrañaría que fuesen imitaciones), con las gafas de sol puestas (son las 8 de la mañana) y el marido súperpijo a su lado.

Otras cincuentonas, pero estas de las que creen que vuelven a tener 18 años y el cuerpazo de antaño (si es que alguna vez lo tuvieron), salen hablando demasiado alto, riendo de una forma muy forzada, como diciendo “aquí estamos nosotras y también somos estupendas”, con sus tops ajustados, la falda corta y las botas hasta la rodilla, aún hoy que hace 25 grados. Alguien les ha dicho que los 40 de ahora son los 20 de antes, y haciendo cálculos han deducido que entonces sus 50 de hoy son como sus 30 de antes.

Un par de hombres pasean por la sala sin descanso, a un ritmo lento, como arrastrando los pies, y me ponen nerviosa, acercándose demasiado a la gente en general y a mi en particular. Al principio pensaba que eran unos pesados pero ahora creo que son carteristas buscando al despistado de turno.

Un grupito de hippies que parece llegar de Nepal (no se por qué Nepal, pero pondría la mano en el fuego), muy morenos, jóvenes, con rastas, y muy felices.

El clásico businessman pegado a su teléfono, empalma una llamada con otra, y otra, y otra. ¡Sólo le falta gritar “¡Vende! ¡Vende!”

Y por supuesto no puede faltar la clásica familia con su perrito esperando a alguien muy querido porque el animal le ha recibido con muchas fiestas y un movimiento de cola casi enfermizo.

Luego ya ha salido el tío más impresionante del mundo, Mr. A claro está,  me ha mirado, me ha sonreído, me ha besado, y nos hemos largado.
  
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lunes, 11 de abril de 2011

¿Por qué?

Porque aquí aprendí que la familia es lo más importante, así que es donde debo empezar la mía. 

Porque muchos de los mejores momentos de mi infancia tienen este sitio como escenario. 
Porque mi abuelo me inculcó el amor incondicional por este lugar, y desde que murió sé que tal vez no está en el cielo porque se esconde aquí, en su paraíso particular.

Porque tiene sentido, pues, que a Adán le demos la bienvenida oficial a la familia en el paraíso.

Porque hacen un vino delicioso que entra como el agua, pero se te sube como el tequila, y un aguardiente que, como su propio nombre indica, arde.

Porque disfruto haciendo queimada y me parto de risa con el conxuro.

Porque se come de muerte y sólo aquí puedes tener un cortador de jamón y una pulpeira, además del mejor marisco de Europa.

Porque los pimientos de Padrón son unos cachondos, y unos pican y otros non.

Porque hay meigas.

Porque es verde, hay flores, plantas, huertos, viñedos, naturaleza a go-go. 

Porque el Miño me embauca.


Porque hay conejos, ovejas, cabras, cerdos, vacas, gallinas, etc, y de enana jugaba con todos ellos.

Porque aquí el Sol se pone muy tarde, más que en el resto del país.

Pero sobre todo porque me da la gana.













   
* Desde Recetas de Rechupete nos han cedido un par de fotos. Si os gusta comer y cocinar, ¡no podéis perderos esta web! Tenéis hasta un recetario de cocina gallega gratis :)
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martes, 5 de abril de 2011

¡La memoria la tendrá fatal, pero los glúteos en plena forma!


La chica que trabaja en casa de mis padres tiene más de 40 años, aunque aparenta 25, y un déficit de  atención de caballo. Supongo que ya es tarde para tratárselo, pero aún así le sugiero a mi hermana que le haga terapia, como si fuese su RSC (Responsabilidad Social Corporativa) o un proyecto sin ánimo de lucro.

Su rutina diaria es casi de chiste. Esta es su mañana: Una vez le ha puesto el desayuno a mi padre recoge la ropa sucia de la familia en cada habitación, pero si el teléfono suena mientras está en ello, lo más probable es que olvide recoger el resto de la ropa sucia. Baja a poner la lavadora y a continuación empieza a hacer las camas. De pronto recuerda que tiene que preparar el té de mi madre y deja las camas tal y como están, normalmente a medias, con las almohadas desperdigadas por la habitación. Una vez en la cocina pone el agua a hervir y recuerda que ayer se olvidó de poner el lavaplatos después de cenar, así que lo pone ahora y por supuesto se olvida de las camas a medio hacer, y del cazo de agua sobre el fuego. Entonces vuelve a subir a limpiar los baños y según empieza le viene a la cabeza que la lavadora ya ha terminado y hay que tender la ropa, se lo hemos dicho mil veces, la ropa húmeda no debe quedarse en la lavadora durante horas. Así que deja el baño también a medias, con los estropajos y jabón en el suelo o sobre el lavabo, y baja a por la ropa, con intención de terminar con el baño a continuación. Cuando abre la puerta de la lavadora se da cuenta de que el barreño está en la terraza de arriba, donde suele tender la ropa para que se seque. Sube a por él y ve que la ropa que tendió ayer sigue ahí, vaya, no se ha descolgado por si sola.... recoge entonces esta ropa y la baja para planchar y/o doblar pero de camino suena el teléfono y corre a contestar, dejando el barreño en la escalera. Cuando cuelga el teléfono es hora de empezar a cocinar así que se dirige a la cocina donde encuentra el cazo al rojo vivo y sin agua, se ha evaporado tras una hora en el fuego. También ahora se da cuenta de que mi madre había desayunado mucho antes de que ella pusiese el agua a hervir y su taza está en el fregadero porque en el lavaplatos no cabía. Antes de empezar a cocinar decide barrer el suelo pero suena el telefonillo, el cartero trae un certificado, así que sale a por él dejando lo barrido en una esquinita de la cocina, ya que piensa recogerlo en un minuto. Una vez vuelve a la cocina se pone a cocinar.

Resultado, cuando llegamos a casa a comer la mesa no está puesta porque el programa del lavaplatos no ha terminado, en una esquina de la cocina hay migajas que nunca recogió, la ropa húmeda sigue en la lavadora, el barreño de ropa limpia en la escalera, las camas a medio hacer y el baño sin limpiar, con el estropajo en el lavabo. Pero ella se ha pasado, literalmente, la mañana trabajando y ha subido y bajado las escaleras 15 veces. ¡La memoria la tendrá fatal pero los glúteos en plena forma!
   
Foto tomada hoy a las 17:30 en la cocina, como prueba de lo que cuento. La pobre tiene las horas contadas en casa...
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