jueves, 22 de julio de 2010

Apaga y vámonos

De camino a una reunión he visto a un niño esquelético desmayado en los brazos de su padre, supongo que por el calor y, visto su cuerpo, por desnutrición. En plena calle en pleno día. Conducíamos demasiado deprisa para poder parar y tampoco hubiese podido hacer mucho, pero he soltado un Oh my god desde el fondo del corazón y Moustafa me ha mirado en el retrovisor con la misma cara de espanto que seguramente yo tenía. Se me han saltado las lágrimas inmediatamente y él, en silencio, me ha pasado un kleenex. Unos con tanto y otros con tan poco, y la vida sigue. Yo quejándome hace sólo un rato porque el coche de Moustafa no tiene aire acondicionado, porque mi secretaria es lenta, porque mi empresa se empeña en que me abra una cuenta bancaria en Siria. Muerta de envidia esta mañana porque en 3 días he visto unos 5 iPads y quería uno. ¿Pero qué coño nos pasa? ¿Cómo hemos permitido que el mundo se convierta en esto? ¿Cómo hemos olvidado que todos provenimos, en realidad, de una misma familia, de un mismo vientre? Sólo queremos MÁS MÁS MÁS. Más dinero, más prestigio, más cosas materiales. Tenemos casas más grandes, más ropa, más coches, y mucho menos tiempo para disfrutarlo y ni que decir tiene que cada vez somos más infelices. Cada vez hay más jóvenes deprimidos que en realidad lo tienen todo, se sienten perdidos, no saben lo que quieren. Y cómo van a saberlo en esta sociedad podrida que dicta quienes somos por lo que tenemos y lo que los demás opinan de nosotros. Un mundo en el que permitimos que el de al lado se muera de hambre mientras miramos hacia otro lado, escondidos tras unas gafas de sol, móvil en mano, el monedero y el estómago llenos. Me acaba de dar una bofetada la vida y estoy dispuesta a poner la otra mejilla, a ver si así me dura un poco más esta visión que me horroriza pero a la vez me recuerda que lo esencial lo tenemos, gracias a dios o a quien sea, y que estamos rodeados de gente que vive en peores condiciones y seguramente no se queja ni la mitad. Hoy odio todo lo que me rodea, la hipocresía de nuestra existencia. Odio escribir estas líneas porque sé que yo hago poco por cambiar las cosas, participo como todos en esta farsa, y dentro de un rato estaré reunida con el magnate de turno que está a punto de irse a pasar unos días en su yate en la costa Azul o en Marbella. Pero también siento que son ellos mucho más culpables porque ellos sí tienen en sus manos la posibilidad real de cambiar cosas, de mejorar la vida de otros, y no lo hacen. No lo piensan, no se les ocurre, no les importa. No nos importa, nos olvidamos. Y ese niño sigue, como millones en otros lugares, desfallecido por la falta de algo tan básico como es la comida. Apaga y vámonos.
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que una pena muy grande que haya tanta desigualdad en el mundo, Elfa. Sobre todo que falte para comer, eso no debería pasar en ningún lugar del planeta.
Ojalá eso se solucionara de una vez por todas.

Sabes que te quiero mucho,¿verdad?

Un beso

Gloria Corbatón

domingo dijo...

Comentario.
Todos somos culpables ante la desigualdad que existe en el mundo.
Los mayores culpables son los Gobiernos de todo el mundo, estos se gastan sumas considerables de dinero en el armamento militar desatendiendo a la población de educación, trabajo, comida etc.
Deberíamos obligar a todos los gobiernos a que cambie su política para mejorar el nivel de la población. ¿Cómo?

Besos

Domingo

3 de Septiembre de 2010